La prudencia humana

Juan Eugenio Hartzembusch

HartzembuschCayó en la red del pescador artero
un barbo jovencito.
¡Allí fue trabajar el prisionero
para romper el cáñamo maldito!

Chupa, muerde, batalla,
deshilacha el
torzal, quiebra una malla,
y al fin se libra del peligro fiero.

– ¡Caramba!, prorrumpió, ¡de buena escapo!
Viviré en adelante sobre aviso.
Quien me pesque otra vez, ya ha de ser guapo,
Mas una cosa de comer diviso,
que a merced de las olas sobrenada,
por un hilo sutil a un palo atada.

Es, si no me equivoco,
pan, y buena ración; pues me la emboco.
Tírase al cebo el pez sin más recelo,
y al salir de la red, tragó el anzuelo.

Así, con sus propósitos ufana,
se arroja en pos del apetito loco
de yerro en yerro la prudencia humana.

Deja tu respuesta