Alejandro Horowicz. «Los cuatro peronismos»

LOS CUATRO PERONISMOS, DE ALEJANDRO HOROWICZ
La dinámica del Movimiento

INTRODUCCIÓN NECESARIA

Los4peronismos02-01-2011 / EL fragmento de Los cuatro peronismos que elegí para republicar, como todo libro editado hace 25 años, corre algunos riesgos. El más obvio: ser malinterpretado; el menos evidente organiza esta pregunta: ¿Hasta dónde ese fragmento representa adecuadamente todo el texto? No hay modo de estar seguro. Cada lector dará, en definitiva, su propio dictamen.

Avancemos con orden. El 1º peronismo, el que surge a la palestra el 17 de octubre de 1945 y concluyó con el golpe de Estado del 16 de septiembre de 1955, casi no registra en la actualidad sobrevivientes políticos. Antonio Cafiero ya es un militante retirado; y a los demás se los devoró el tiempo biológico, y sobre todo el tiempo histórico.

El 2º peronismo, básicamente integrado por direcciones sindicales variopintas, por las 62 Organizaciones, vive en los nombres y en las cabezas de unos pocos jefes; pero, básicamente, fue políticamente destrozado por Carlos Saúl Menem, los trabajadores dejaron de hacer política.

Sólo son ciudadanos, y de tanto en tanto, votan. Las conquistas del Estado de Bienestar, que el peronismo inaugurara en la sociedad argentina, y que dieron al movimiento obrero organizado una identidad definida, fueron arrasadas sin demasiada resistencia. Y Lorenzo Miguel, el mítico dirigente de la Unión Obrera Metalúrgica, sintetiza biográficamente esa dramática peripecia política.

El , inaugurado tras el retorno del general Perón el 17 de noviembre de 1972, que contó entre sus filas a los entonces jóvenes militantes de la tendencia revolucionaria, es generacionalmente el más nutrido.

Claro que Isabel Martínez, tras la muerte del general, inaugura el 4º con un objetivo muy simple: destruir el 3º.

No hizo poco. No sólo derrota al conjunto de las organizaciones guerrilleras – peronistas, no peronistas y antiperonistasinaugurando en Tucumán, mediante el Operativo Independencia, la política represiva elaborada por la escuela francesa en las guerras coloniales.

Además, la escuelita de Famailla fue a la Escuela de Mecánica de la Armada, lo que el plan económico del ingeniero Celestino Rodrigo, ministro de Isabel, al programa de José Alfredo Martínez de Hoz: el proyecto del bloque de clases dominantes para realizar su renta financiera en el mercado mundial, mediante una gigantesca y cruel lobotomía social.

La dictadura burguesa terrorista no fue un instrumento militar, las FF AA fueron el buril con que se dibujó el nuevo orden.

El programa económico de los gobiernos posteriores a 1983, tras la instauración del régimen parlamentario, se redujo a pagar la deuda externa. En última instancia, la convertibilidad estuvo al servicio de la libre circulación de capitales.

AlejandrohorowiczEsta libertad, para la sociedad argentina, tiene un significado preciso: la fuga del ahorro interno hacia el mercado financiero global.

El estallido de 2001 puso fin a esa lógica estructural, por volverse materialmente inviable. Entonces, los sobrevivientes del 3º peronismo, en muchos casos rehechos por la lógica del 4º y en otros en abierta resistencia con los valores del menemismo, intentaron un camino que todavía tantea un cauce: el gobierno K.

La lucha de tendencias, en toda fuerza política y sobre todo en el peronismo, es un signo de vitalidad histórica.

En vida de Perón tampoco se redujo a un amable intercambio de ideas; corrientes enfrentadas saldaban sus diferencias mediante recursos violentos. El general protagonizó el último con dirigentes de la JP, y vale la pena contarlo con cierto detalle, para iluminar indirectamente el debate actual.

El sábado 19 de enero del año 74, a las 22:30 horas, el ERP inicia las operaciones para copar el Cuartel de Azul. Fracasa. Horas mas tarde el presidente, a través de la cadena nacional, condenó el ataque y responsabilizó al gobernador Oscar Bidegain de «tolerancia culposa» con la guerrilla guevarista.

Bidegain renuncia.

El ataque motivó un durísimo proyecto de ley que el ejecutivo envió al Congreso, proyecto que desencadena un furioso debate – los diputados juveniles intentan discutir, la mayoría del bloque decide impedirlola crisis impone la intervención pública del presidente.

El 22 de enero se produce el encuentro con los diputados de la JP, Perón sostiene:

«Nosotros vamos a proceder de acuerdo con la necesidad, cualquiera sean los medios. Si no hay ley, fuera de la ley, también lo vamos a hacer y lo vamos a hacer violentamente. Porque a la violencia no se le puede oponer otra cosa que la propia violencia. Esa es una cosa que la gente no debe tener en claro. Lo vamos a hacer, no tenga la menor duda».

Vale la pena volver a leer el párrafo, integra el tomo XXVII de sus Obras Completas, ya que casi en ninguna oportunidad un general de la nación, constitucionalmente a cargo de la comandancia de las FF. AA, habló tan claro. Rodolfo Vittar, que actúa como vocero del grupo de diputados, intenta restaurar los blasones juveniles y aliviar la enorme presión del jefe, por eso recuerda:

«Usted conoce hace años a la Juventud Peronista y conoce su lealtad hacia usted como líder y conductor. En ese sentido, conoce también cuál ha sido nuestro esfuerzo durante estos últimos años».

La réplica llega gélida:

«Lo he reconocido 20 veces. Sería lamentable dejar de pensar así.»

El planteo es simple: no hay ningún lugar para el juego propio: obedecen, o se van. Irse equivalía a sumarse al ataque del ERP, y quedarse implicaba subordinarse a una política represiva imposible de convalidar. Por tanto renunciaron a sus bancas.

La desgraciada provocación del ERP esta más allá del análisis político. Y sirvió para justificar el endurecimiento legal, pero sobre todo para barrer expeditivamente los principales dirigentes de la nueva etapa. Renuncia de Bidegain, destitución mediante un golpe de mano policial de Obregón Cano y Atilio López, el 24 de febrero. El anuncio de Perón se cumplió: los métodos de la represión – legal, e ilegal – enmarcaron su gestión. La suerte estaba echada.

Alejandro Horowicz

LOS CUATRO PERONISMOS
 (Fragmento)

Comencemos otra vez: el 3º peronismo fue el más explosivo de todos los peronismos, incluía en su seno todos los elementos que posibilitaban su transformación.

Su conductor, Perón, era absolutamente consciente de esa novísima situación. Por primera vez, existía una alternativa interna. En el 1º peronismo, Perón había podido evitarla al destruir el Partido Laborista; igual que entonces, liquidarla equivalía a liquidar el movimiento.

Programa en mano, Perón juzgaba: no necesito a los muchachos de la «jota pe»; un aliado sumamente molesto, con la pretensión de pasar la cuenta y debatir sobre los distintos destinos del movimiento.

Se trataba entonces, desde su perspectiva, de pulverizarlos políticamente, por cierto que cuando Perón reflexionaba así no pensaba en una masacre colectiva, si no en una combinación de medidas políticas: aislamiento, terror en grageas homeopáticas («Triple A») y funcionamiento de su programa económico.

La dirección montonera no sabía retroceder; en todo caso, debía dar sus retrocesos -producto de una nueva relación de fuerzas- en carácter de ofensiva, carácter que estaba muy ligado a los operativos terroristas.

Pero estos habían cambiado de signo: en lugar de vincular a los montoneros con las corrientes antiburocráticas del movimiento obrero, producían un doble movimiento: los segmentos más próximos a la organización se separaban de su base social, mientras que a los menos próximos se veían impelidos a repudiar a los montoneros.

En lugar de utilizar su poder de fuego para garantizar su inserción social, lo utilizaron para debilitarla. Ese fue el comienzo del fin y ese fue el origen de la pírrica victoria del general.

La ola de muerte servía, en este caso, el programa del FREJULI. Si Montoneros asesinaban a un burócrata famoso, en general podían acudir (lopezreguismo mediante) al uso «Triple A».

Perón sabía que no contaba con una fracción militar adicta, que todas las operaciones de represión requerían el uso de la fuerza propia, pues facilitar el ingreso de la fuerza ajena (el Ejército) ponía al gobierno, más tarde o más temprano, en mano de los militares. Por eso acudió a un expediente extremo: el terrorismo parapolicial.

El repentino ascenso de López Rega de cabo primero a comisario general de la Policía Federal siempre sonó a una suerte de grandísima bautade de Lopecito, a su afán de desmedida figuración, a una suerte de gusto infantil por los uniformes y los entorchados. Nada de eso.

La designación tenia un objeto específico, de orden prácticofuncional, puesto que la «Triple A» era el resultado de la actividad terrorista de la única dependencia de seguridad estatal políticamente confiable: la Policía Federal.

Desde que Esteban Righi intentara «reeducar» a la policía, había quedado claro que el organismo detestaba las practicas del ministro: consideraba la destrucción de ficheros de inteligencia como una medida tendiente a blanquear el pasado comunista y subversivo del bloque juvenil, al tiempo que desvinculaba al entonces presidente Cámpora de la «maniobra» y entendía que el general Perón era estafado por los «infiltrados».

Dicho de otro modo: la estructura de cuadros de la Policía Federal de ningún modo rechazaba al peronismo, pero tenía su versión del peronismo y no estaba dispuesta a considerar ningún modelo que aportara el «bisoño e inexperto» ministro del Interior.

Esa estructura había sido dirigida por dos comisarios mayores, reintegrados bajo las últimas estribaciones del gobierno de Lastiri: Villar y Margaride.

El responsable político de la represión discriminada era, indudablemente, Lopecito con sus nuevos entorchados; su modo de operar, un calco de la OAS francesa.

Es decir: una mezcla de profesionales del crimen sin ideología alguna y de activistas ideológicamente consustanciado; el botín de los masacrados debía financiar su funcionamiento o, al menos, oficiar de estímulo adicional para los masacradotes.

No se trata de «mayor fascismo», como sostiene Sebreli, sino del grado de debilidad del 3º peronismo. Por cierto que esta actividad fue detectada por la inteligencia militar desde del comienzo, la cual -como no podía ser de otro modo- guardó prudente distancia y silencio, ya que no los comprometía en absoluto a los ojos de la sociedad civil.

El terror y el contra-terror eran parte de la «carnicería peronista», los militares estaban deparabienes una vez más. El partido de las Fuerzas Armadas reencontró una política: el silencio.

El papel que esta lucha cumplió no merece dobles interpretaciones: fue absolutamente reaccionario. De algún modo reeditaba en otro espacio y en otras condiciones la masacre de Ezeiza, reemplazando la batalla definitiva por un constante goteo sanguinolento.

Generaba, en el conjunto de la sociedad argentina, una desesperada argentina, una desesperada y desesperanzada búsqueda de distancia, de quedar al margen, de evitar la visita de una u otra banda.

El ritmo de la lucha de clases se veía ralentado y sólo la rapidísima descomposición del proyecto peronista evitó que la maniobra concluyera con el éxito abrumador del lopezreguismo en vida de Perón.

Todavía el lopezreguismo actuaba encarnando la misma culpa de fuerzas sociales que en Ezeiza. La única diferencia era que, al aceptar los términos del «debate», la «jota pe» perdía continuamente los suyos para oscilar entre una corriente que buscaba acaudillar políticamente otra alternativa peronista y un encerrado en la lógica de su accionar militar.

Bastaba que la lucha de las clases decreciera, que la posibilidad de movilizar y avanzar se desdibujara, para que el sustituismo más cerril reemplazara la lucha de clases.

Más que la vanguardia de una nueva alternativa, el accionar de las «tendencia» reflejaba la posibilidad de un grupo radicalizado de las capas medias de participar en la lucha, siempre y cuando el ritmo de la clase obrera se lo posibilitara.

Es decir, era la retaguardia armada de una vanguardia obrera inorgánica; de la organización, constitución y crecimiento de esa vanguardia dependía la suerte de todo el movimiento.

En materia económica, el 3º peronismo resultó increíblemente homogéneo. A lo largo de sus 3 presidentes (Cámpora, Lastiri y Perón), Jose Ber Gelbard – Don José para sus íntimos – conservó el cargo y, lo que resulta aun más importante, conservo el mismo rumbo económico.

En ninguna otra oportunidad ministro Perón alguno alcanzó y obtuvo similar nivel de respaldo político. A tal punto, que Perón se ocupó de explicar que un ataque a su colaborador equivalía, en rigor de verdad, a un ataque solapado contra él mismo.

Es preciso admitir que no se trataba de una frase de circunstancias, sino de una bien destilada conclusión política: el general había apostado todas sus fichas a mano del ex presidente de la Confederación General Económica.

Don José era uno de los dueños de Fate, es decir; de una empresa líder integrada por capital nacional y tecnología importada. El proyecto que había impulsado toda su vida era simple: el crecimiento del capitalismo independiente equivalía al crecimiento de los capitalistas nacionales.

De modo que con saber qué necesidades tenían los burgueses industriales nacionales se sabía que necesitaba el capitalismo independiente.

Claro que Don José reconocía, además, que las necesidades de la burguesía industrial estaban vinculadas a la existencia de un cierto número de actividades básicas (rama I, en términos de Marx) que el capitalismo privado nacional no estaba en condiciones de desenvolver. En ese punto, la respuesta del ministro era instantánea: esa es tarea del Estado Nacional.

Para Gelbard, la alianza entre la burguesía industrial nativa y la producción estatal era la madre del borrego. El sector público debía cumplimentar un doble papel: primero, subvenir las necesidades financieras y productivas de la burguesía industrial; segundo, aprovisionarse con la producción nacional.

Contando con sencillez: se proponía que el sector privado nacional de la industria mediana y grande avanzara más rápidamente que el extranjero, hasta que el corazón de la actividad, los segmentos más dinámicos y modernos, pasara de los segundos a los primeros. A esta operación se la denominaba pomposamente «independencia económica».

Para lograrla, se propuso utilizar 4 instrumentos de política económica: crédito, precios, salarios y una transferencia relativa de ingresos del campo a la ciudad. Formulado políticamente: el pacto social.

Por eso nacionalizó los depósitos bancarios y estableció líneas de crédito diferencial mediante redescuentos especiales del Banco Central. Con un añadido: todas las líneas eran negativas en términos reales, y las especiales eran fuertemente negativas; eso si, la participación de las empresas extranjeras en el crédito era regresiva y a tasas más elevadas, pero aun así negativas.

Inicialmente, elevó los salarios y retrotrajo los precios hasta el 30 de abril de 1973; pacto que, durante los próximos 2 años, ni los precios ni los salarios sufrirían modificación alguna.

En el esquema de Gelbard, la tasa de inflación era el resultado directo de la corrección de los primeros: como ellos no se modificarían, la inflación sería igual a cero.

Pero en ese caso, las tasas de interés resultarían brutalmente positivas (las más bajas fueron, efectivamente, al 13 % anual), de donde se colige que el ministro no confiaba demasiado en la efectividad del esquema o creía que la economía argentina podía incrementar y mantener su ritmo de crecimiento con semejante tasa de interés.

Diseñó un impuesto a la renta normal potencial de la tierra proyecto en el cual se afirmaba que la tierra no era un «bien de especulación» sino un «instrumento de producción» y, en consecuencia, si los rindes estaban por debajo del nivel normal potencial, los terratenientes serían sancionados impositivamente o incluso, en determinados casos, hasta sería posible confiscarles la tierra.

Con esta medida, se instrumentaba una transferencia de ingresos. Es que la paridad cambiaria, establecida siempre en base al crecimiento cero de la inflación, no requería mayores correcciones. Y como había retenciones a la exportación, el ingreso al sector -en términos del intercambio interno- se deterioraba por el costo creciente de los insumos.

Esta explicación viene a cuento porque el esquema no produce de suyo una transferencia de ingresos sino a través de la política cambiaria.

No se trata de una modificación estructural, de cuestionar la propiedad privada de la tierra, sino de una alteración política de la distribución de la renta. Es decir: depende pura y exclusivamente de controlar efectivamente el Palacio de la Hacienda.

Aun así, el impuesto a la renta normal potencial de la tierra nunca fue aprobado, a pesar de que el peronismo tenia mayoría absoluta en ambas cámaras y que era factible que la medida contara con el respaldo de al menos una parte de la bancada del radicalismo comprometida con el programa de la CGE.

No se trataba de una medida por ejecutar efectivamente, sino de una amenaza:

«O ustedes producen, o nosotros… nosotros… somos capaces de sancionar una ley».

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Las negritas y cursivas y algunos enlaces no pertenecen al texto original. Son un modo de destacar y facilitar mi propia lectura de porciones que considero de mayor relevancia.


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4 Comments »

  1. 1
    Damian Rodriguez Says:

    El libro de HOROWICZ HIEDE POR ANTI YRIGOYENISTA Y ANTIPERONISTA, en definitiva POR PORTAR UN ODIO VISCERAL HACIA LOS DOS MAS GRANDES LIDERES POPULARES DE LA HISTORIA ARGENTINA, HIEDE, como hieden todos los prejuicios que en la mente y espíritu del autor, anidan y que se patentizan a medida que este pretendidlo genio, va «HISTORIANDO» la historia, retorciéndola y cambiándola descaradamente. Existe una sola explicación para dar como una gran obra sobre el peronismo a este librejo, la propaganda y la repetición de aquellos intelectuales gorilas que no pasaron de leer su segundo capitulo y que para quedar como personas cultas y preparadas lo alaban y recomiendan. A pesar de estar plagado de mentiras, inexactitudes y torcimientos históricos escritos deliberadamente para cuadrar en la metodología dialéctico materialista marxista que utiliza su autor para DESCUBRIR LO QUE NADIE PUEDO DESCUBRIR. ES UN LIBRO PÉSIMO UNA MALA OBRA escrita especialmente PARA AQUELLOS INDIVIDUOS CRUDOS, QUE NO TOCARON JAMAS UN LIBRO DE HISTORIA Y POR EL MISMO PUEDAN ACCEDER A ESTE CATECISMO SOBRE EL PERONISMO, Y LO REPITAN HASTA EL CANSANCIO CREYENDO HABER ADQUIRIDO UN CONOCIMIENTO CONSISTENTE, CUANDO EN REALIDAD NO ES MAS QUE UN GRAN SOFISMA PLAGADO DE FALSEDADES, RECOMENDABLES SOLO PARA GORILAS ANTIPERONISTAS Y MARXISTAS ARGENTINOS QUE ODIAN AL PERONISMO COMO AGLUTINANTE NATURAL DEL MOVIMIENTO OBRERO.

    • 2
      Guillermo, de Boedo Says:

      Muy interesante, Damian, tu posición… eso sí, del terrorismo paraestatal peronista, las directivas del General, López Rega y la Triple A no vi que dijeras absolutamente nada. Bueno, se entiende, nada de esto existió y seguramente fue también producto de las mentes afiebradas de los intelectuales gorilas…

  2. 3
    aldo pereyra Says:

    lo cierto es que fue el mismo perón quien termina desmantelando y aniquilando todo indicio de fuerza progresiva en el sindicalismo. Mandando a la muerte a un dirigente de élite como fue AGUSTÍN TOSCO CON SU POSTURA CLASISTA Y COMBATIVA. Había que terminar con los sindicatos que realmente defendían a la clase obrera para allanarle el camino a las burguesías locales y extranjeras. después se murió lo siguieron sus cuadros militares en el 76. nada de lo que pasó en esos oscuros años es ajeno a perón, el gran traidor del movimiento obero que él habia creado solo por su sed de poder. encandilado por las luces de fascismo europeo de mussolini y hitler. su fascismo vernáculo llevado al extremo por los fanáticos como lópez rega, videla, menem, y ahora macri, de la sota y massa sigue allanando el camino para el neoliberalismo. y la explotación de los trabajadores. todo fue desmantelado, todo. y fue el propio perón el que marcó el camino desde febrero del 74 asesinando a atilo lópzs y obregón cano siguiendo con el noble agustín tosco. perón fue el traidor fundamental de la clase obrera en el final de su maldita existencia…

  3. 4
    aldo pereyra Says:

    alejandro horowicz merece todo mi respeto y admiración. fue el único pensador que planteó hace 25 años el debate que el peronismo todavía hoy se debe y que se soluciona en internas electorales como sucedió en el 2003. ese debate interno debe darse o seguiremos en medio del este océano de dudas que nos sumerge siempre en beneficio de la derecha fascista que nos gobierna desde siempre. no hay futuro para los trabajadores, los estudiantes y la sociedad en general si no se debate profundamente en el seno de este movimiento social histórico el futuro ideológico para las próximas elecciones.


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