Un dolor que ya no puede ser regulado
Por Jorge Aleman *
1. Hay un solo malestar en la civilización: el discurso capitalista.
2. Todas las civilizaciones o culturas fueron ya definitivamente alcanzadas por su movimiento circular, sin corte, sin imposibilidad. En todas arraiga la técnica y la modalidad de goce que ella organiza; en todas partes se muestran los efectos del «rechazo de la castración» que este discurso conlleva.
3. El discurso capitalista ha mundializado el objeto técnico (y su participación directa en el terror organizado), pero no ha derivado hacia una «civilización política mundial»; el fortalecimiento de las identidades religiosas, culturales, nacionales (aunque ya sea siempre bajo una forma paródica) no efectúa ningún corte en el Uno del capitalista sino que lo reafirma.
4. El fenómeno de lo nacional, de lo religioso, del choque de civilizaciones que ciertamente se presenta, encubre en sus formas que la subjetividad se capta a sí misma como absoluta y que quiere mandar sobre la verdad, destruyéndola y expulsando así la imposibilidad. Esta subjetividad absoluta es un continuo, que establece un juego mutuo entre militarización del mundo, no temer perder la vida volviéndose el amo absoluto, tráfico de drogas, armas, ejércitos paramilitares, bandas de saqueo, guerras civiles sin nominar, estados superpoliciales, capital financiero y terror… Destrucciones todas de la «elección forzada» concerniente al sujeto del inconsciente.
5. La época de la técnica, mejor definida en su alcance real por Lacan, como discurso capitalista, es un rechazo de la imposibilidad. Donde se expulsa la imposibilidad rige la relación Uno: Todo, sin posibilidad de descompletamiento. En otros términos, la voluntad se desencadena en el mundo sin nada que la limite, sin nada que la divida en su verdad.
6. Así, por ahora, no hay víctimas ni dolor universal y, entonces, cada cultura elabora el dolor exclusivo de sus seres sacrificados.
7. El discurso capitalista en su movimiento circular no es eterno, sus vueltas no constituyen un sin fin. Según Lacan, en cada vuelta el discurso capitalista marcha hacia su consunción; el acabamiento cada vez se acerca más, pero no al modo de una solución dialéctica.
8. Este acabamiento toma la forma actual de un dolor que se extiende en su sobremedida a escala planetaria y que ya no puede ser regulado por ninguna de las ficciones políticas conocidas.
9. Por ello, las oposiciones ricos-pobres, imperialismo-pueblo oprimido, Occidente-Oriente, Norte-Sur, Civilización-Barbarie, existen y son eficaces en su realidad, pero se deconstruyen de inmediato si se adopta la perspectiva del discurso capitalista.
10. Cada una de estas oposiciones no puede ser sólo captada bajo su forma meramente conflictual (la que llama entonces a una resolución dialéctica). Los términos que aparecen en principio como opuestos desde el punto de vista del significante, las oposiciones simbólicas del tipo Civilización-Barbarie, no constituyen, desde lo real del discurso capitalista, una relación entre términos exteriores el uno del otro. La Civilización no es el elemento exterior a la Barbarie ni viceversa. Cada término con respecto al otro mantiene una relación de extimidad. En las redes simbólicas de la civilización capitalista, el empuje al terror de la Barbarie no es la Cosa exterior sino su «exterioridad íntima». Pero esto no debe anular, sin más, el problema de dichas oposiciones. Se debe incluir la dimensión de imposibilidad que les devuelva su alcance ético.
11. La imposibilidad que el discurso capitalista ha expulsado no puede ser restituida por los muertos que una cultura infringe sobre otra.
12. Actualmente no se puede concebir qué tipo de imposibilidad se podría introducir en el discurso capitalista, salvo que se imagine un «significante nuevo», que es aún impensable y que por tanto sólo evoca una epifanía. Pero la historia de las religiones indica que es imposible que suceda una epifanía universal. De allí el anhelo holderliniano proferido en el corazón de la locura y tantas veces comentado: «Sólo un Dios puede salvarnos», el que ahora encarna su versión catastrófica en lo real.
13. Occidente, al ser la civilización en donde el discurso capitalista, encontró las condiciones más adecuadas para su emergencia, podría haber sido también el lugar donde la imposibilidad, el corte, el desacuerdo, hubiese encontrado su formulación histórica. Esta vertiente se aleja definitivamente cuando se verifica que el «asunto marxista» no constituye corte alguno (la salida del capitalismo permanece por ahora innominada en forma indefinida). A su vez, las opciones de corte e imposibilidad propiamente europeas mueren todas en la Shoah, auténtica desaparición de Europa como mundo de posibilidades nuevas. Queda por ver si Latinoamérica, (a la que Huntington no incluye en la civilización occidental), desde su fragilidad permanente, pueda aún decir algo, a pesar de la derrota política de su proyecto.
14. No hay forma de introducir un desacuerdo en el discurso capitalista porque su esencia no es económica ni técnica sino de plusvalía de goce. En este aspecto la conformación cultural actual del Islam, en la medida en que ha incorporado la técnica sin experimentar las impasses del sujeto de la Ciencia y por tanto del Inconsciente, ni siquiera puede soñar con un corte en el discurso capitalista. Su incorporación al mismo es absoluta.
15. Las guerras que vienen no objetan al capitalismo sino que discuten su modo de habitarlo.
* Psicoanalista argentino radicado en España.
Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis.
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