Archivo de febrero 3rd, 2012

España. Quinta economía del área en 2008. Hoy alguien sabe ?

febrero 3, 2012

Una de las dos Españas

Por Norberto Colominas

03–02–2012 / Como desprendida de una canción de Joan Manuel Serrat, España pasó de los glamorosos años 90, con récords históricos de la construcción, el endeudamiento y el turismo, y un desempleo de menos del 10 %, a tener una enorme deuda pública y privada, un déficit de miedo, un fuerte retroceso económico y una crisis social que se agrava semana a semana.


SpainflagEspaña es uno de los 27 miembros de la Unión Europea y uno de los 17 países que conforman la eurozona.

Hasta 2008 era la 5º economía del área detrás de Alemania, Francia, Inglaterra e Italia.

Ahora no se sabe qué puesto ocupará cuando la crisis ponga las cosas negro sobre blanco.

Por el momento la economía retrocede, las deudas no se pagan (se refinancian y por lo tanto aumentan) y el desempleo ya superó el 23 % de la población. Ya hay más de 5, 3 millones de españoles sin empleo, de los cuales la mitad hace un año o más que no trabaja.

Decenas de miles de personas perdieron sus casas y/o sus vehículos al no poder afrontar las cuotas. El precio del metro cuadrado se desplomó y ya no se venden propiedades porque no hay compradores y el crédito se esfumó.

En cuestión de meses mucha gente perdió al mismo tiempo su trabajo, su casa y su auto.

Los bancos y su colateral, la industria de la construcción, son en España el equivalente del bloque agro-financiero en la Argentina.

Hicieron su agosto durante 20 años. Aún recogen las migajas del festín, pero el costo de esa ganancia privada fue enorme para la sociedad española, que tardará otros 20 años en reponerse.

El crecimiento artificial basado en el ladrillo y el endeudamiento externo muestra sus límites y sus miserias.

Dos gobiernos del socialista Rodríguez Zapatero fueron actores pasivos del drama que preparaban bancos y constructoras. El recién asumido Mariano Rajoy, neoliberal, no puede hacer otra cosa que echarle la culpa a su predecesor, profundizar el ajuste y rogar que sea cierto aquello de que Dios aprieta pero no ahorca.

En el plano político aparecieron los “indignados”, una expresión política de la crisis. Otra fue el hundimiento de la socialdemocracia, castigada electoralmente por haberse plegado a las tesis liberales.

Los indignados son portadores de un fuerte reclamo moral, aunque no de una plataforma política, al menos hasta ahora. La mayoría de la sociedad castigó a Zapatero y puso en su lugar a Rajoy.

¿A quién votará dentro de 4 años si la situación empeora?

Si algo enseña la crisis de España es que los países no pueden tener una moneda más fuerte de la que se corresponde con su nivel de desarrollo, que no hay atajos mágicos para el crecimiento económico y que siempre deben sostenerse el empleo, el salario y el consumo de las mayorías, es decir el mercado interno, del que vive el 90 % de la gente, ya sea como trabajador, como profesional o como empresario.

Enseña también que siempre hay que apostar a la tecnología propia y a su correlato, la sustitución de importaciones, porque protegen el empleo y ahorran divisas.

Y recuerda, por si alguien lo hubiera olvidado, que la industria nacional es la gran proveedora de puestos de trabajo y la única autopista que conduce al desarrollo.


Las negritas y cursivas y algunos enlaces no pertenecen al texto original. Son un modo de destacar y facilitar mi propia lectura de porciones que considero de mayor relevancia.


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La vida después de los 50. La verdadera bisagra…

febrero 3, 2012

La mujer a los 50: inventario y cuenta nueva

Por Claudia Piñeiro *

14–01–2012 / Hay una edad que marca bisagra e invita a preguntarse si se ha sido feliz. Más allá de la respuesta, nadie debiera mirar para otro lado y dejar que el tiempo pase sin animarse a las asignaturas pendientes.


ClaudiapiñeiroCLAUDIA PIÑEIRO.
Una mirada que se atreve a los desafíos.

Siempre me preocupó la idea de la muerte. En realidad, más que la idea de la muerte misma, lo que me inquieta desde una temprana edad es tener una conciencia absoluta de la finitud: esto, algún día, se acaba.

Durante mucho tiempo me conformé multiplicando mi edad por dos y concluyendo: tranquila, todavía no llegaste a la mitad de la vida.

Pero desde hace unos años las cuentas no me dan, a menos que, como el Magiclik, yo haya venido al mundo con garantía por 104 años.

Son los 50 los que marcan la verdadera bisagra. Cuando uno cumple 30 o 40 cree que está pasando por un umbral hacia otra vida. Es un error de juventud.

Son números redondos y eso impacta, pero nada más, a esa edad aún queda bastante rollo por delante. Cuando uno cumple 50 se ríe de aquel que fue y de las preocupaciones que hoy sabe no merecían tanta dedicación.

Se ríe un rato, no más, porque enseguida concluye que ahora sí, que éste, el de los 50, es el verdadero umbral.

Es entonces cuando aparecen señales evidentes de que algo, de verdad, cambió. O de que algo tiene que cambiar. O de que nada, nunca, cambiará. Elige tu propia aventura, si es que puedes.

Algunas modificaciones se notan más que otras. El cuerpo, por ejemplo, se hace notar. Hasta mis amigas más flacas, esas que nunca se preocuparon por hacer dieta y que persisten en seguir usando un jean apretado, de pronto portan una especie de matambre arrollado en la cintura que logran disimular cuando están paradas pero que aflora, impertinente, en cuanto se sientan.

“Es hormonal, por la edad”, dicen cuando te descubren mirando su cintura con aflicción, “no se puede hacer nada”. Luego, en defensa propia, te echan la maldición: “Ya vas a ver”. Y ves, claro que ves.

El cambio no se limita a la cintura. Los pechos van camino a conformar un bloque único e indiferenciado, donde es difícil determinar pecho izquierdo y pecho derecho. Las manos se manchan con pecas que no son de sol sino de vejez.

Si salen canas se tiñen, pero lo que no es fácil de ocultar es que el pelo está cada vez más ralo, cada vez más fino y cada vez más opaco.

Los ojos se dividen entre los operados que siempre miran con asombro, las cejas levantadas y una expresión como si los hubieras agarrado metiendo el dedo en el tarro de dulce de leche, y aquellos otros, los que no pasaron por el bisturí, a los que se le cayeron los párpados.

Claro que no a todas se nos presentan las mismas marcas de época ni nuestros cuerpos son máquinas que se comportan de un modo preestablecido. Cada una va haciendo lo que puede.

Una noche una amiga de mi misma edad se preparaba frente al espejo para una cena que íbamos a compartir con otras amigas. Su hijo adolescente la observaba tirado en la cama, mirando una película o aparentando mirar una película.

Ella no hacía demasiado, apenas se acomodaba el pelo, se desabrochaba el último botón de la camisa, se miraba semi girada hacia un lado y luego semi girada hacia el otro, lo que hacemos todas antes de salir.

De pronto el adolescente le dijo: “Maaa”. “Qué”, contestó mi amiga.

“¿Alguna vez te pusiste a pensar que tenés la misma edad que Madonna?; es increíble, ¿no?”

La frase fue lapidaria, inoportuna, escandalosa, cruel y cierta. Mi amiga salió con el peor de los humores. Y su humor nos lo contagió a las demás: esa noche, todas supimos que teníamos la misma edad de Madonna.

O eso creíamos, al día siguiente una de las integrantes más obsesivas del grupo vino con el dato preciso: No tenemos la misma edad, ella es dos años mayor.

Michelle Pfieffer, Siri Hustvedt, Mercedes Morán, Juliette Binoche, todas están años más, años menos, rondando los 50. O sea, se puede llegar en mejor estado, lo que sí, es más caro y más trabajoso.

Pero dejando de lado lo físico, lo que verdaderamente marca el umbral en esta década es tomar conciencia o no de la propia vida, revisarla o no, aceptarla o no.

Y la propia vida nos incluye a nosotros como individualidades, pero también a nuestra familia, a nuestros amores (maridos, novios, amantes), a nuestros amigos, a nuestro trabajo.

¿Estamos donde queremos estar?

¿Estamos con quien queremos estar?

La respuesta puede ser que sí, y en ese caso valoraremos más aquello que logramos y que hoy constituye “nuestra vida”, lo seguiremos abonando, trabajaremos para que no se rompa, lo disfrutaremos.

La respuesta puede ser que no, y entonces se activará el motor para buscar un lugar más propicio donde pasar los años que quedan.

Lo que sin dudas es imperdonable a esta altura de la vida es no tener el coraje suficiente para hacerse la pregunta: ¿tengo la vida que quiero tener?, no darse permiso para cuestionar si uno es feliz o no y mirar hacia otro lado para no tener que decidir si seguir como hasta ahora o cambiar.

“Si alguien me hubiera preguntado cuando cumplí 50 años si estaba satisfecha con mi vida hasta entonces, hubiera respondido que estaba razonablemente conforme con mis logros personales y profesionales. No es que no quisiera ahondar por temor a encontrarme con un lado oscuro de mi personalidad, pero siempre creí que si algo funciona es mejor dejarlo que siga así.”

Con este monólogo interior empieza la película de Woody AllenLa otra mujer” que se estrenó a fines de los años 80.

Gena Rowlands le daba vida a la protagonista a quien corresponde ese monólogo interior, Marion Post, una profesora universitaria de filosofía que se toma un verano sabático para escribir un libro postergado.

Pero en el departamento vecino a su estudio están haciendo arreglos y los ruidos de la construcción no le permiten concentrarse en la escritura.

Por ese motivo decide alquilar temporalmente otro departamento en un edificio donde su vecino de piso es un psiquiatra.

Entonces ya no son los ruidos de los albañiles los que no la dejarán trabajar, sino la voz de otra mujer, Hope (interpretada por Mia Farrow), que le llega a través de los tubos de la ventilación del edificio.

Hope es una mujer joven, embarazada, que no está enamorada de su marido y no quiere tener el hijo que espera.

Escuchando los planteos de esta “otra mujer” a su psiquiatra, Marion, de 50 años se da cuenta de que nunca se permitió repensar su propia vida, una vida en la que no disfrutó, en la que siempre hizo lo que era esperable que hiciera.

O sea, a lo largo de la película desdice el monólogo con el que arranca. La otra mujer a la que alude el título es esa que habla del otro lado de la pared, pero también es esta otra mujer que la misma Marion está buscando dentro de ella, una mujer que hasta ahora no sabía que existía.

Y una de las primeras conclusiones que saca como consecuencia de poner en duda su vida hasta ese momento es que la imagen que ella tiene de sí misma es absolutamente diferente a la que los demás tienen de ella.

O sea que tanto trabajo y esfuerzo por ser quien los otros querían que ella fuera (sus padres, su actual marido, su primer marido, sus colegas) ni siquiera valió la pena.

Escuchar la facilidad con la que Hope habla con el analista de sus miedos y sus sentimientos le permiten a Marion, por primera vez, pensar en los suyos.

Pero si hay algo que me interesa de esta película es la trasmisión de cierto saber de madres a hijas. Y la no trasmisión de otros.

Las madres solemos pasar muchos saberes (y varios errores) cotidianos o intelectuales casi como un legado.

Podemos darles una receta o explicarles la forma más efectiva para sacar una mancha de un vestido de seda, pero también recomendar un libro, una película, pensar cómo solucionar juntas un problema.

Sin embargo lo que nos está prácticamente vedado de trasmitir, si es que la hubo, es la experiencia de la desilusión matrimonial.

¿Por qué? Porque ese relato involucra a su padre. Y no se trata de responsabilidades, ni culpas, sino simplemente de que para contar esa historia hay que hablar de quien compartió con uno esa parte de la vida, una vida puesta en común, con ilusiones, esperanzas y desaciertos, un hombre que no sólo es el que uno quiso sino también su padre.

Y entonces esa charla no es posible, o nunca puede ser una charla sincera.

Hacia la mitad de la película hay una escena fundamental en la que Marion lee el poema de Rilke “Torso de Apolo arcaico”.

El libro que tiene en sus manos perteneció a su madre que hacía poco acababa de fallecer. La clave de la escena está en los dos últimos versos:

“… porque aquí no hay un solo lugar que no te vea. Debes cambiar tu vida”.

El libro, exactamente sobre esas dos líneas, muestra una mancha. Marion estudia esa mancha y se da cuenta de que son las huellas de dos lágrimas ya secas. Entonces ella ahora lo sabe: su madre lloró sobre esos versos.

Pero nunca antes había notado que su madre haya sido infeliz, que haya querido cambiar de vida, que el lugar donde estaba no fuera aquel donde quería estar.

También hay una escena similar en Los Puentes de Madison cuando la hija de la protagonista, Francesca (interpretada por Meryl Streep), lee los diarios de su madre que acaba de morir y se entera de que durante su matrimonio se enamoró perdidamente de Robert Kincaid (interpretado por Clint Eastwood), un fotógrafo de la National Geographic, que pasó de casualidad por ese pueblo de Illinois a tomar imágenes de sus puentes.

Francesca no se va con él a pesar de lo que siente, decide sostener esa familia en la que cada vez será menos feliz, pero se reserva estar con el hombre al que amó después de la muerte.

Por eso es que se lo cuenta a sus hijos en ese diario, para que cumplan su última voluntad: tirar sus cenizas desde los Puentes de Madison, donde unos años antes fueron arrojadas las de Robert Kincaid.

Lo que más me conmueve de esta escena es la reacción de la hija de Francesca.

El varón se enoja con su madre pero ella no, o mejor dicho, no se enoja porque su madre haya tenido un amante, se enoja porque no se lo hubiera dicho, porque ella misma está desde hace un tiempo en una crisis matrimonial, porque está encerrada en una vida que la hace infeliz pero de la que no puede salir.

“Por qué no me lo dijiste antes, por qué no lo supe”, dice su hija, como si saberlo le hubiera dado el permiso necesario para cambiar su vida.

Mi madre quedó viuda a los 50 años. Después de la muerte de mi padre nunca más le conocimos un novio ni supimos ningún detalle de su vida sentimental, si es que la hubo. Yo cerca de los 50 me divorcié. Y cerca de los 50 espero volver a enamorarme.

La mitad de mis amigas se separaron cerca de los 50, la otra mitad no. No hay instrucciones para ser feliz. Sólo preguntas y posibles respuestas íntimas. Pero el momento para hacerlas es ahora, antes de que los párpados se nos caigan del todo y ya no nos dejen ver.

Claudia Piñeiro es escritora. Entre sus obras se destacan «Las viudas de los jueves«, «Tuya» y «Betibú«.


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Anonymous escucha y publica conversaciones entre el FBI y Scotland Yard

febrero 3, 2012

El colectivo «Anonymous» publicó una grabación
Los hackers escuchan las llamadas telefónicas entre el FBI y Scotland Yard

03–02–2012 / El FBI reconoció que un grupo de hackers interceptó una llamada secreta entre uno de sus agentes e investigadores de Scotland Yard sobre delitos cibernéticos, según publican los medios estadounidenses y británicos.


AnonymouslogoEl colectivo «Anonymous» publicó una grabación de aproximadamente 15 minutos de duración que se supone es una conferencia que se realizó el 17 de enero de este año, en la que hablaban del seguimiento que se hizo de miembros del grupo, las fechas de detenciones planeadas y los detalles de las pruebas en poder de la policía.

El FBI explicó en un comunicado que la información «estaba destinada a agentes de la ley y se obtuvo de manera ilegal«, publica en su página on line el diario español El Mundo. Además, el comunicado agrega que se está investigando para detener a los culpables.

«Anonymous» también hizo público el correo electrónico, al parecer del FBI, en el que se explica cómo acceder a la llamada y las direcciones de correo electrónico de los participantes.

El grupo incluso advirtió a través de Twitter que «el FBI podría estar interesado en cómo somos capaces de leer continuamente sus comunicaciones internas desde hace algún tiempo», según publica la BBC.


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Acercamientos ? Moyano envió dos cartas a CFK el 31-01 con distintos pedidos

febrero 3, 2012

Misivas del 31 de enero
Moyano le pide por carta a la Presidenta “retomar el diálogo”

03–02–2012 / La Confederación General del Trabajo (CGT) hizo públicas dos cartas que su secretario general, Hugo Moyano, envió el pasado 31 de enero a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en las que solicita «retomar el diálogo frente a diversos temas de interés sindical».


MoyanoypiumatoEn la primera de ellas, el titular de la CGT expresa su satisfacción por la recuperación de la primera mandataria luego de la operación quirúrgica a la que fuera sometida el 4 de enero.

En el documento, la CGT además pide la eliminación de los topes para las asignaciones familiares, un derecho «quitado» a los trabajadores «por el imperio de las políticas neoliberales en el gobierno de (Fernando) De la Rúa, con Cavallo y Patricia Bullrich como ministros«.

También piden revisar la estructura tributaria, señalando el carácter «regresivo» del IVA y del impuesto a las ganancias.

Asimismo, reitera los llamados a arbitrar mecanismos «que eviten que los trabajadores sigan percibiendo salarios por debajo del mínimo vital y móvil«, en referencia al empleo informal.

La segunda misiva es una defensa a las obras sociales y sistema solidario de salud, cuestionando el «manto de sospecha que se encargó de sembrar la ex ministra Graciela Ocaña«.

Ambas cartas fueron difundidas a los medios que aguardaban en la sede de la central obrera el fin de la reunión de una docena de dirigentes sindicales, incluido Moyano.


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Memorias del Holocausto. Dirigida al caricaturista Gustavo Sala

febrero 3, 2012

La pelea por la memoria

 Por Bernardo Kliksberg *

03–02–2012 / ¿Por qué ha despertado una indignación unánime la caricatura firmada por Gustavo Sala, sobre los campos de concentración nazis?

Davidguetto

Probablemente quien la firmó no debe entender por qué ha concitado tanto repudio público.

Holocausto

Jorge Semprún es un héroe del género humano. A los 20 años formó parte de la resistencia antinazi en París, fue deportado a Buchenwald, sobrevivió, luchó contra el franquismo, ganó innúmeros premios literarios, fue el ministro de Cultura de la democracia española.

En su obra postrera, La escritura o la vida, narra su desesperada lucha interior después de haber estado en el campo de concentración.

Dice que él “no escapó a la muerte sino que pasó a través de ella”.

Relata que haber estado allí, en el lugar que ahuyentaba a las aves porque olían a carne humana quemada, marca para siempre.

Se debatió durante 40 años entre escribir sobre lo que vio, y morir al hacerlo, o no escribir y vivir.

Primo Levi, un gigante del pensamiento universal, escribió apenas salió de Auschwitz.

Su primer libro se llamó Si esto es un hombre. Refiere Semprún sobre Levi que al explicar por qué escribió decía:

Las cosas que había vivido, padecido, me quemaban por dentrome sentía más cerca de los muertos que de los vivos, me sentía culpable de ser un hombre, porque los hombres habían construido Auschwitz”.

Levi llevaba en su brazo el tatuaje, su número era el 174517.

Cuando le preguntaron por qué no lo borraba, como otros, respondió:

“¿Por qué debería hacerlo? No somos muchos los que en este mundo podemos dar este testimonio”.

Parecía, dice Semprún, que Levi se había liberado a través de la escritura. El se debatía, no podía escribir sobre lo que sucedió.

Fue tan horroroso, explicaba,

“que hacerlo me hundía otra vez en la muerte, me sumergía en ella”.

El 11 de abril de 1987, Primo Levi, laureado mundialmente, candidato obligado al Premio Nobel, se suicidó. El dolor ganó.

Semprún explica:

Por última vez sin recurso ni remedio, la angustia se impuso sencillamente”.

Levi había anticipado lo que le estaba sucediendo. La frase final de su obra La tregua dice:

Nada era verdad fuera del campo. Lo demás era una breve vacación, ilusión de los sentidos, sueño incierto”.

En Auschwitz fueron asesinados 1.300.000 judíos. Claude Landzman, el discípulo genial de Sartre, entrevista en su excepcional documental Shoah a Suchonel, oficial nazi de Treblinka.

Habla con admiración de la capacidad de producción de Auschwitz, porque mataban a 24.000 judíos por día:

Era una fábrica”.

Además hacían todo: quemaban los cuerpos en los hornos, molían los huesos hasta reducirlos a polvo y lo tiraban al río.

¿Quiénes fueron los asesinados?

En los campos tenían preferencias. Ante todo iban a las cámaras de gas los niños: 1.500.000 de niños judíos, recordó en el Día del Holocausto Ban Ki-moon.

“Nunca conoceremos la contribución que estos niños podrían haber hecho a nuestro mundo”, planteó.

Entre ellos estaba Ana Frank, traducida hoy a casi todos los idiomas del planeta. Después estaban los viejos, las mujeres.

Hicieron humo de toda la civilización judía del idisch, de las pequeñas aldeas, la que creó a Marc Chagall, al Nobel Bashevis Singer, al inolvidable Scholem Aleijem en el que se inspiró El violinista sobre el tejado.

Fueron gaseados las mujeres embarazadas, los modestos artesanos, sastres, carpinteros, los jasidim, los intelectuales, los estudiantes. Junto a ellos, los gitanos y los discapacitados.

Un guardia polaco testimonió que en Auschwitz se lanzaba a niños a los hornos sin haberlos matado para que sus gritos fueran escuchados en el campo.

Los campos fueron el lugar para hacer fuera de la mirada pública y en gran escala lo que se hizo en todos los lugares posibles.

En el juicio a Eichmann, un testigo relató:

“Un oficial de la SS encontró a una mujer judía acercándose a la alambrada del gueto con un bebé de un año en brazos; encañonó al bebé, la madre le imploró que no lo matara; le arrancó al niño, disparó dos veces sobre ella matándola, puso al bebé en el piso, tomó una de sus piernas y lo partió en dos”.

En el cementerio de Tarnov, en Polonia, hay una lápida erigida en 1948 por la Comisión Regional Judía.

Dice:

“Yacen aquí 800 pequeñas cabezas destrozadas de niños judíos asesinados cruelmente el 11 de junio de 1942 por los nazis”.

La gran matanza se perpetró con la complicidad de los colaboracionistas de múltiples países europeos y de la indiferencia de buena parte del género humano.

Sigue en pie la pregunta de por qué los aliados no bombardearon las vías férreas que, ya ganada virtualmente la guerra, seguían conduciendo a miles de judíos húngaros a Auschwitz.

Cómo fue posible que, a pesar de todo ello, hubo una rebelión como el Levantamiento del Ghetto de Varsovia, y otras.

Trescientos jóvenes idealistas judíos conducidos por un maestro de 23 años, Mordejai Anilewicz, enfrentaron en el gueto al ejército más poderoso del mundo, durante más de un mes.

Sabían que iban a morir, pero eligieron pelear allí en lugar de irse a los bosques.

Anilewicz explicó en su última carta que lo hacían para defender la dignidad de un pueblo al borde del genocidio, y la dignidad del mundo.

Primo Levi y Semprún cumplieron con su deber, a pesar de sus desgarramientos internos y denunciaron como testigos de excepción.

Su testimonio no sólo hizo honor a los muertos sino que forma parte ahora de la lucha contra aquellos que niegan directamente el Holocausto o lo banalizan.

190 países de la ONU aprobaron la institución de un día mundial para recordar al mundo lo sucedido, justamente el de la liberación de Auschwitz, pero se opuso un país: Irán.

Ahmadinejad, su presidente, repite en todos lados que el Holocausto no existió nunca. Está tratando de matar a los niños asesinados, por segunda vez, negando su misma existencia.

No es un discurso aislado sino una campaña sistemática.

Convocó en 2007 a los líderes de la ultraderecha mundial a una convención de negadores del Holocausto.

Acudieron, entre otros, el jefe del Ku Klux Klan, Duke; los dirigentes neonazis de Italia, Austria, Alemania, Francia.

Lo ayudan declaraciones banalizadoras como la que termina de emitir la ultraderecha austríaca, hoy fuerza política clave en ese país.

Hubieran sido sus invitados de honor los jerarcas genocidas de la dictadura argentina, algunas de cuyas preocupaciones centrales eran también cómo hacer desaparecer los cuerpos de los 30.000 asesinados y cómo borrar la memoria.

Este mismo régimen tenía las cárceles llenas de dirigentes sindicales, líderes estudiantiles e intelectuales.

Lo enfrentan voces como la de Dilma Rousseff que, al encender el 27 de enero pasado las velas por las seis millones de víctimas judías que no existen para el presidente de Irán, afirmó que “la Shoá siempre servirá de paradigma contra la intolerancia”; y políticas de Estado como la de la Argentina actual, donde entre muchísimos pronunciamientos y acciones de las políticas públicas, el Museo del Holocausto está enseñando sobre él en las escuelas militares y policiales.

La incalificable caricatura de Sala se ubica en este contexto.

Entra alevosamente, sin ninguna sensibilidad en el horror absoluto, del que trataban de escapar Semprún y Levi, y lo trivializa burdamente. Agrede los sentimientos y la dignidad de los vivos, pero también de los muertos.

Ernesto Sabato trató de explicar qué sintió cuando presidió la Comisión del Nunca Más y escuchaba día tras día los testimonios de los familiares de los desaparecidos, a los que P/12, en un gesto único en la prensa argentina, recuerda a diario con sus fotos, sentando un precedente sin par en la lucha por los derechos humanos y la defensa de la memoria.

Sábato dijo:

“Fue como entrar en el infierno”.

Usted, Sala, entró en el infierno de los campos brutalmente.

¿Sabe que el gran poeta republicano español León Felipe escribió que los mayores poetas de la historia deberían callarse cuando llegaran a lo que allí sucedió?

Que sus voces debían enmudecer frente al horror absoluto.

Le queda un camino después de su afrenta salvaje a la memoria. Rectifíquese seriamente. Haga una autocrítica pública. Es lo que corresponde.

Usted no puede imaginarse cuánto dolor y cuánta indignación ha generado.

* Gran Maestro de la Universidad de Buenos Aires.


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